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EL CONCEPTO DE HOMBRE EN EL PENSAMIENTO DE PEDRO HENRIQUEZ UREñA

Pedro Henríquez Ureña   El concepto de hombreen el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña* Rosa Elena Pérez de la Cruz “Nada de lo humano le era indiferente”Ernesto Sábato. “Sigo impenitente en la arcaica creenciade que la cultura salva a los pueblos”Pedro Henríquez Ureña. Humanismo desde la palabra. Pedro Henríquez Ureña crítico Pedro Henríquez Ureña ha sustentado una crítica rigurosa e independiente, momento de un proceso de experiencia humana o vivencia de lo humano desde Latinoamérica: “La preocupación por el idioma como vehículo de comunicación que expresa la cosmovisión de una raza o de un pueblo -señala José Luis Abellán- orientó su actividad investigadora a la historia de la literatura y a la crítica literaria” (Abellan y Barrenechea, 1998: 551). Se propuso reafirmar la unidad de la cultura hispanoamericana. En este sentido admitimos con Barrenechea que Pedro Henríquez Ureña: “Concentró mucho de sus esfuerzos en estudios de lengua, sin duda por considerar que la lengua es una cosmovisión elaborada por una comunidad, el instrumento de expresión, comunicación y acción de los individuos dentro de ella, y el que da cohesión al grupo” (Loc. cit.). Ahora bien, entender la lengua como “instrumento” supone la aclaración que hace Leopoldo Zea, se trata de “La lengua vista como instrumento para comprender y hacerse comprender y no como instrumento de dominio” (Tena, 1996: 404). Dominio que puede aparecer velado por la apariencia de generosidad como sería el caso de suplantar la voz de “los sin voz”, en vez de propiciar la igualdad de oportunidades en la esfera de la comunicación ideal. Pedro Henríquez Ureña procura la expresión de nuestro espíritu. “Por eso –advierte su coterráneo Andrés Avelino- su manera es presentar pueblos, personas, obras, ambientes y cosas, porque por todo ello habla nuestro espíritu indo-español” (Ibíd.: 644). En su estudio del endecasílabo castellano –continúa Avelino- Pedro Henríquez Ureña “muestra que no sólo en el cambio de los acentos sino también en las combinaciones de las diversas formas de endecasílabos, la expresión del más noble verso castellano, adquiere carácter de objetividad autóctona” (Ibíd.: 647). Afirmación que se enmarca en el contexto de los estudios que van desde la versificación irregular en castellano o de los regionalismos del español hasta las síntesis más completas como Las corrientes literarias en la América hispánica(1949) o la Historia de la cultura en América hispánica (1947). El origen de la poesía castellana es irregular en los cantos populares, regular en los poetas palaciegos, e irregular, nuevamente, en el verso libre de la época moderna y la actual. En estos estudios Pedro Henríquez Ureña llega a una consecuencia ineludible: la identificación del verso libre, irregular y rítmico con la prosa. Las oraciones, en cualquier lengua, tienen el acento propio del idioma de que se trate. La prosodia natural contiene el acento y el ritmo. Pasemos ahora a un texto de Pedro Henríquez Ureña que nos ilustra lo que a través de diversas lecturas, vengo afirmando. Cito in extenso. A la unidad rítmica, desnuda y clara, se atiene el verso libre a que se consagran hoy, en típica confluencia, poetas jóvenes de las más divergentes naciones occidentales. Si es verdad que nuestro tiempo cava hasta llegar a la semilla de las cosas para echarlas a que germinen de nuevo y crezcan libres; si el empeño de simplificación y de claridad toca a los fundamentos de los valores espirituales, y del valor económico, y de la actividad política, y de la vida familiar ¿por qué no ha de tocar a las formas de expresión? Reducido a su esencia pura, sin apoyos rítmicos accesorios, el verso conserva intacto su poder de expresar, su razón de existir. Los apoyos rítmicos, que a unos les parecen necesarios, a otros les sobran o les estorban. Y tales apoyos tienen vida limitada: recorren ciclos y desaparecen. Desapareció la cantidad en los viejos idiomas indoeuropeos; desapareció la aliteración en los germánicos... El siglo XIX, en Europa, está lleno de quejas contra la rima. ¿Por qué la rima resiste todavía el ataque? Cuando se la expulsa, se va con ella el cuento de sílabas: de otro modo, habríamos creado especies nuevas de verso blanco en medidas exactas. Y el verso blanco, está lejos de la “prosa monótona”: órgano de sonoridades rotundas o diáfanas bajo las manos de Shakespeare y de Milton, de Keats y de Shelley, de Goethe y de Leopardi, aun hoy en inglés busca apoderarse de “Los tonos de la voz hablada” en los poemas de Robert Frost; pero su fuerza parece exhausta. No hay formas universales ni eternas.Aceptemos la sobriedad máxima del ritmo: el verso puro, la unidad fluctuante, está ensayando vida autónoma. No acepta apoyos rítmicos exteriores; se contenta con el impulso íntimo de su vuelo espiritual (Abellán y Barrenachea, 1998: 170). Resulta patente la sólida convicción e independencia de criterio. Recordemos que está dando respuesta a dos preguntas que, a todas luces, resultan ser complejas: ¿Será cierto que hay dos únicos modos de expresión verbal: el verso y la prosa? ¿Y será cierto que el verso y la prosa deben mantenerse puros, antitéticos e inconfundibles entre sí? Problamente sea una manera de inducirnos a la honestidad intelectual. Puesto que como él mismo señala, vivimos bajo el terror de que nos descubran parentesco con el inmortal bourgeois gentil homme. Sobre todo, si el parentesco existe. Lo cual presupone que sufrimos de “escrúpulos innecesarios”. Quizás no sea el hombre común quien se equivoca, sino el maestro de retórica. Y nos recuerda al árabe cuando describe la prédica de Mahoma: “No es poesía, ni es prosa, ni es lenguaje mágico, pero impresiona, penetra...”. Para llegar al texto que acabo de citar Pedro Henríquez Ureña tuvo que hacer un recorrido histórico -breve y sustancioso mostrando que una de sus habilidades es la capacidad de síntesis- por diversas fórmulas de versificación, con el objeto de desvanecer el prejuicio de que sólo es verso el de nuestro idioma, en nuestra época y que sigue un ritmo con leyes conocidas. Por eso traspasa la línea del tiempo y busca ejemplos en Asia, África y Europa, hasta comprobar, que de común sólo existe la noción esencial de unidad rítmica. Sin embargo, no pasemos por alto los últimos tres enunciados del texto citado. Pedro Henríquez Ureña no pierde ocasión alguna para llamar la atención sobre el valor y la identidad propia de nuestra América. Es Gramática, sí, es análisis filológico, sí, pero también es un impulso ético: valorarnos, sin desmedro, en todo lo que somos. La profunda labor sobre la métrica castellana de Pedro Henríquez Ureña -vuelvo a Avelino- hubo de ser muy beneficiosa para los movimientos literarios modernistas de la América Latina y de España. La primera edición de la obra data del 1920 y ya en 1921, en nuestros primeros manifiestos postumistas, al pedir absoluta libertad de metro y rima así como de motivos, vocablos poéticos y expresión de la emoción estética nos sentíamos respaldados por esa obra gigante de investigación de la métrica castellana que discutíamos con juvenil alegría en nuestros cenáculos literarios de aquellos tiempos (Tena, 1996: 647). El estudio que hizo Pedro Henríquez Ureña lo llevó a concluir la necesaria interconexión entre prosa y verso. La historia lo confirma: La prosa no nace como mera proyección del lenguaje hablado: se crea como derivación y a ejemplo del verso. Nuestro período, en los discursos, es una imitación de la estrofa. El orador clásico se sentía cercano al poeta, al punto de hacer acompañar su declamación con música de flautas. Y las huellas de aquellos orígenes podemos rastrearlas: todavía existen oradores cuya entonación es como de himno exaltado, especie de canto solemne para el público, sin semejanza con la conversación familiar. La prosa del Antiguo Testamento está todavía cortada en trechos que calcan el versículo de los poetas... Y con las Prosas profanas de Rubén Darío se ha divulgado entre nosotros la curiosa –pero significativa- circunstancia: nuestra palabra románica para designar la forma de expresión opuesta al verso representó, en su origen, una especie de versificación suelta, sin medida pero con rima. Esas prosas litúrgicas ejercieron influjo que no conocemos bien. En los comienzos de la prosa castellana, en la Crónica general compilada bajo la inspiración de Alfonso el Sabio, tropezamos con barrocas confusiones y vaivenes: los autores prosifican, para convertirlos en historia, los poemas épicos, y en la prosificación dejan rastros de verso: pero en ocasiones trabajan al revés: versifican a medias la prosa que les sirve de fuente (Abellán y Barrenachea, 1998: 171-172). Recuerda Pedro Henríquez Ureña que si bien en el continente asiático distinguen varios modos de componer, p.e. verso con medida y rima; lenguaje rimado pero no medido; prosa poética, medida y no rimada; prosa pura, sin metro ni rima, en el caso de los persas. Mientras los árabes tienen formas intermedias entre verso y prosa como el saj´, el arrullo de la paloma, en el cual su versificación irregular, rimada, es para ellos la fuente de los dos ríos, y el Corán está situado en el punto medio donde se dividen. Y los chinos poseen el wun chang, prosa medida pero no separada en renglones, con frecuentes efectos paralelos. Sin embargo, en Occidente, la prosa, como hemos visto en el último párrafo citado, se desarrolla gradualmente en la historia.. Sabemos que una de sus formas avanzadas es la exposición sistemática de ideas abstractas. Pero, su última conquista – que ha sido lo más difícil-es la copia exacta de la conversación real, señala Pedro Henríquez Ureña. Andrés Avelino se reconoce deudor de estas tesis de Pedro Henríquez Ureña, pero no sólo él. Octavio Paz también lo confiesa con la sencillez y autenticidad de los grandes. Basta asomarse a la conversación de Anthony Stanton con Octavio Paz. Después de señalar aciertos y desaciertos de su libro: A la orilla del mundo de 1942, dice Paz: Seguí escribiendo pero me quedé muy poco tiempo en México. Al año siguiente salí del país. Estuve en los Estados unidos primero, donde leí mucha poesía de lengua inglesa, y esto cambió radicalmente mis ideas acerca de la poesía. Leí también poesía medieval española. Me interesaron las ideas de Henríquez Ureña sobre la versificación irregular. Él sostiene que es la forma más antigua del verso español. Esto me hizo pensar que, a pesar de su origen francés, el moderno verso libre en realidad era una vuelta al origen de la poesía en nuestra lengua. El verso libre, fundado en el ritmo, dio mayor libertad a mis poemas. En los poemas de Condición de nube y Calamidades y milagros... hay un cambio a mi juicio esencial, sobre todo en ciertos poemas que tratan de la vida urbana. Es un tema que había ya explorado antes en algunos poemas, como los sonetos de Crepúsculos de la ciudad, pero en una forma más tradicional. Los poemas escritos en este período son bastante distintos. Por ejemplo, Seven P.M., La calle, Cuarto de hotel y Elegía interrumpida. En todos ellos la visión de la ciudad es más moderna e intensa, el lenguaje es el habla diaria (Paz, 2003, T. 15: 107 y ss.). Y más adelante, refiriéndose, justamente, a la América Latina y la crítica, responde a César Salgado en 1988: Usted me pregunta por qué es indispensable la crítica literaria. Yo no sé si sea indispensable sino inevitable: la edad moderna nació con el pensamiento crítico. La ilustración fue un movimiento de crítica de las instituciones, la filosofía, la religión, la política, la moral, las costumbres, el erotismo. Naturalmente, la estética no escapó a este escrutinio de la razón. Apenas si necesito recordar a Kant, para no hablar de Diderot, que no sólo reflexionó sobre la novela sino sobre la pintura. Desde entonces todos los movimientos poéticos y artísticos han sido acompañados por el pensamiento crítico. En general esos movimientos han sido doblemente polémicos: por una parte, han combatido la tradición del pasado inmediato y, por otra, han inventado o redescubierto otra tradición (Ibíd.: 516). Tal es el caso de Pedro Henríquez Ureña. Lo confirma Paz al responder la pregunta sobre la urgencia de desarrollar la crítica en América Latina. No sólo ni exclusivamente la crítica literaria. Incluso yo diría que la crítica literaria siempre ha estado presente en América Latina. Hemos tenido críticos excelentes: Bello, Henríquez Ureña, Reyes. España tuvo, en el siglo pasado, a Menéndez Pelayo, un gran crítico, no inferior a Sainte-Beuve. En el XX a Menéndez Pidal, Américo Castro, Dámaso Alonso y otros. Lo que nos ha faltado ha sido la crítica filosófica, moral y política. No sólo no tuvimos nada semejante a Hume, Voltaire o Rousseau; tampoco hemos tenido un Coleridge, es decir, un gran poeta que sea también un pensador filosófico y un crítico literario. Adoptamos las ideas de la

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