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Fue tanto el asombro que sintieron los tres científicos aquella noche de 1874, que decidieron callar lo sucedido por el resto de sus vidas. Antes de morir, Alexandr Vasilievich escribió una corta pero trascendental carta a su nieta preferida. Más allá de los tradicionales saludos y dulces elogios, buenos deseos y bendiciones típicas de los abuelos moribundos, Vasilievich describió ese 24 de abril de la siguiente manera: "... Esa tarde nos llego el cuerpo de un vagabundo que había recibido un disparo en la garganta, hicimos las radiografías pertinentes para extraer la bala. ¿Alguna vez te he contado de lo maravillosas que son las radiografías? Bueno, supongo que el futuro serán algo sumamente común (...) en una de las placas, vista a contraluz, pudimos observar claramente la bala incrustada, pero fue Trotski quien advirtió una diminuta malformación en el Cartílago Cricoides. No es raro que en este tipo de fotografías aparezcan puntos huecos que si bien podrían significar algún tumor, por otro lado solo podrían representar una mala impresión de la misma placa. Sin embargo, era demasiada nuestra curiosidad y

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