Con la sal en el lomo
Cuando niño siempre creí que mi abuela era una especie de persona perezosa e impaciente pues era particular su forma en que, de volada, se enojaba conmigo y mis primos y nos masacraba a chancletazos por casi cualquier cosa que hiciéramos. Ya por fin de adulto entendí que no era cosa baladí cuidar y atender a esta tríada de escuincles desmadrosos y que eramos mas una pena que una bendición. Mi abuela se encontraba especialmente cansada de los pleitos de mi primo menor
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