ozkar

Los pasos de nadie.

  Despues de una extenuante noche de fiesta, me dirigía caminando hacia la casa de mi abuela, es lo bueno de los pueblos pequeños caminando llegas a todos lados. Estaba ya bastante cansado de los pies, pero no por tanto haber bailado, de hecho creo que bailé muy poco sino es que nada esa noche, ese es el problema cuando eres parte de los organizadores de una fiesta. De entrada tienes que ver lo de los preparativos, llegar desde temprano, limpiar, acomodar mesas y sillas, adornar, etc., en las ciudades esto ya casi no se acostumbra uno solo paga (si es que se puede) el salón de fiestas con todo incluido y ya, pero no en los pueblos, allí todo es "artesanal". Una vez que empieza la fiesta tienes que atender a los invitados, ver que nada les falte, llevarles sillas e incluso mesas a las familias que van llegando para compartir con la demás gente las celebraciones, darles de comer, de beber, estar al pendiente de la venta de cervezas, que haya las suficientes y que estas esten bien frias, a lo lejos se ve que es un friega, pero ya estando allí te das cuenta que es una verdadera friega. Eran cerca de las 3 de la madrugada, despues de haber recogido y limpiado el terreno donde se había realizado la fiesta, la cual dejó con buen sabor de boca a los asistentes, según me enteré más tarde. Un leve viento soplaba agitando levemente las ramas de los arboles que se encontraban a un costado del camino acompañando mi caminata. Iba solo ya que el resto de mi familia ya se habia ido a dormir y mis primos se estaban quedando en la casa de una tia, solo se oia el lejano ladrar de unos perros, el melódico aunque alguna veces irritante cantar de los grillos y el ruido que hacian mis zapatos al dar cada paso, el cual debo confesar era algo

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