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Los extraño...

Aún recuerdo aquellos días en los que, de repente, me hartaba de leer, recién había terminado el libro en curso y necesitaba un pequeño receso y deleitarme con aquello a lo que llamo "literatura alterna virtual". Una historia diferente, o simple y sencillamente algo que me sacara un poco del estrés diario de la universidad. Y recuerdo que entonces me autonombraba "Niño Sony". Mi proceso había sido un tanto complejo, pero a la vez sencillo; un tanto turbio, pero a la vez feliz... =mas=         Habiendo nacido en la época en la que Atari alcanzaba a glorificarse, recuerdo que salía de la escuela y en ocasiones iba a casa de Ángel, quien tenía dicha consola. Quizás el simple hecho de mover la palanca y presionar el botón sin ningún orden simbolizaba el parteaguas de lo que hoy es un imperio irrefutable en el entretenimiento que indudablemente es para todas las edades.         Años más tarde, después de ver las caricaturas de la tarde/noche, recuerdo el primer anuncio. Nintendo hacía su aparición en Estados Unidos y, junto con él, entraba en el mercado mexicano y, rápidamente, se expandía al resto del continente.         Mis visitas a los centros comerciales en aquellos tediosos días de "ir a comprar ropa" culminaban en empujones y brincos por parte de otros niños que no eran tan altos como yo para tan solo echarle un vistazo a la nueva consola cuyo lanzamiento había constituído la decadencia del Atari. ¿Qué hacer contra una consola que manejaba la entonces inigualable cantidad de 8 bits y en la que una palanca y un botón estaban a la sombra de un control con un joypad y cuatro botones? Una consola relativamente más grande, pero con un estilo más vanguardista y modernista y cuyo tamaño de los cartuchos era un estandarte del poderío gráfico de finales de los 80's.        El vecino que había sido el primero de todo el edificio en tener la consola se convirtió en el centro de atención de todos los niños. Había interés, sí, ¿pero quién a temprana edad no queda fascinado con los objetos infantiles del deseo? Al menos, era difícil que el oportunismo fuera un pecado grave entre niños, porque lo único que nos interesaba era divertirnos. Especialmente a los que pasábamos un enorme número de horas leyendo enciclopedias de ciencia, historia, filosofía y matemáticas que mamá ordenaba. Por encima de toda diversión debíamos saber mucho y ser los mejores en la escuela.        No obstante, la malicia comenzaba a ser objeto del pensamiento de los mayores. Aquel chico que gustaba de divertirse con todos, ahora imponía órdenes, corría a los niños que no estaban de acuerdo con que se hiciese su voluntad. Finalmente, la consola y los juegos, tapete incluído, eran suyos. Ni hablar... era humillarse o aguantarse, dado que no había dinero y esos lujitos eran bastante caros.        Y en el salón de clases, estaba el niño excéntrico. No era millonario, pero su peculiar situación en la que sus tías cuidaban de él, jactándose, él, de tener dos madres, lo volvían uno de los más extraños de la clase. Aun así, ése no era pretexto para negarse a ir a hacer la tarea a su casa, ponerle empeño y hacerlo bien para recibir como premio un "sí" ante la pregunta "¿qué tal si jugamos un rato Nintendo?".        Y sí. ¿Por qué no? Planear salirse de clase de educación física para ir a su casa cuando ambas "mamás" estaban trabajando no era mala idea. Incluía todo: planificación, apariencias, sigilo, adrenalina, éxito y, sobre todo, diversión. Por lo menos hasta antes de que las señoras llegaran. No queríamos problemas. No más...        Pero un par de años tuvieron que pasar. La espera valió la pena. Y si bien no había un tapete que me hiciera brincar con más fuerza para hacerle ruido a aquel niño egoísta y que viera que no era el único, me bastaba con saber que, aun cuando fuera solo, yo podía imponer mis propias reglas. ¡Además del invaluable plus de no meterme en líos por salirme de la escuela!        Y la adquisición de títulos fue un poco menos difícil de lo que yo había pensado. Si bien no era fluida, al menos no debía acostumbrarme a jugar Super Mario Bros toda la vida o rentar títulos que quizá no podría terminar y gastar y gastar en las rentas. Bueno, igual no eran caras, mas eso no significaba que siempre tuviera el tiempo y el dinero para ello. Nada como tener mis propios títulos que me dieran la comodidad de tomarlos en el momento que quisiera y terminarlos en el tiempo que pudiera.        Algunos títulos los adquirí y mis días en los que podía hacerlo, jugaba y mi diversión era perfecta. Todo era perfecto. Desconectaba la consola y la guardaba en su caja con un orgullo más grande que la fascinación de los gráficos que me eran ofrecidos. Una hora después, volvía a sacar la consola de su caja, la conectaba, y entonces pasaba los siguientes diez minutos pensando en qué título jugar. Especialmente cuando era algún juego rentado. Mi fascinación por la música y, por consecuencia, mi sensibilidad acústica me volvían un blanco fácil de las armonías que acompañaban algunos juegos que, incluso con el paso de los años, dejaron algo más que una marca en mi memoria, alojándose en mi corazón. Acomodaba, desacomodaba, leía y volvía a leer la revista de Club Nintendo. Soñaba con el día en que pudiera descubrir algún secreto para enviar una carta y que publicaran mi secreto. Un tiempo más tarde, organizaba pijamadas con mis amigos en donde, después de jugar un rato afuera, venía la cooperación para ir a la tienda y entonces permanecer petrificados unos segundos ante el estante de Sabritas y decidir cuántas bolsas, de cuánto y de qué comprar. Ése era el único problema. Porque la soda no tenía discusión. Siempre debía ser Coca-Cola.        Algunos años transcurrieron. Y un buen día, habiéndome convertido ya en un asérrimo fanático del campo, iba a los juegos de video de doña Luz. Raúl, tomando yo en cuenta que quizás estaría improvisando alguna de sus tontas bromas, me preguntó si tenía pensado adquirir el  nuevo Super Nintendo. "¡Qué tontería!", respondí, al mismo tiempo que para mis adentros pensé: "¿Cómo podría una compañía tan importante como Nintendo ponerle "Super Nintendo" a su dizque consola más nueva? Es un nombre tan tonto... Además, Nintendo lo tiene todo. ¡Todo! Tiene buenos juegos con EXCELENTES gráficas, juegos con muy buenas historias y muy buena música... ¿qué le podría pedir otra consola a Nintendo cuando que ésta es perfecta?". Y bueno, otra tarde más de Street Fighter transcurrió y también de uno de esos clásicos de auto persecuciones de acción que incluían un volante en la carcasa.        Cuál sería mi sorpresa cuando dos días después de ese día, mientras veía televisión, apareció el primer anuncio publicitario de la nueva consola de Nintendo: Super Nintendo. Y sí, las gráficas lucían impresionantes. Los rayos que acompañaban al logo me hacían regocijarme y sentirme más orgulloso del Nintendo que ya tenía, pero también desear el dichoso Super Nintendo. Así que emprendí mi labor de convencimiento. No debía hacer mucho, me bastó la última semana, antes de los exámenes, prestar atención a las clases. Aquel fin de semana me la pasé jugando para despejar mi mente y entretenerla con otro tipo de estrés. Aquel estrés de niño-adolescente que no envejece, que no mata, que al final divierte y deja un buen sabor de boca. La siguiente semana sólo fue labor de ir a arrazar con los exámenes y levantar una de esas innecesarias plegarias al Cielo para que los profesores hicieran lo suyo poniéndose las pilas y calificando rápido para dar los resultados lo más pronto posible. Un promedio de 10 y el rechazo a un concurso para la olimpiada de matemáticas me bastó para enaltecerme lo suficiente como estudiante y demostrar ante el alto mando que sí merecía la deseada consola.        Finalmente, llegó el día. Y después de una visita al centro comercial, salí de allí con esa consola. Era la sensación y ahora estaba orgulloso de no haber tenido que esperar años de su lanzamiento para poder adquirirla. ¡Estaba progresando!, eso era un hecho. Las tardes de diversión se convirtieron en un reto. Sentarse a jugar un juego de Nintendo tomaba una tarde para terminarlo, a menos que se tratara de algún RPG o algún otro tipo de juego que requiriera clave para poder continuarlo. Ahora los juegos eran más complicados. ¡Bastante más complicados!        Era un deleite, sin embargo, una remuneración segura a dichos retos. Todavía mi mente se pierde en las piezas orquestales de Super Castlevania IV, las cuales yo juraba que habían sido traspasadas directamente del estudio al juego. Las armonías me recordaban a esas contadas ocasiones en que había ido al teatro a escuchar a la orquesta sinfónica. Siempre interpretaba el término "sonidos orquestales" como "sonido real". Y el drama que me transmitía Arcana era crucial para ponerle más empeño a la hora de darle más nivel a los personajes. Terminarlo una y otra vez me deleitaba más y más en la medida que dejaba de ser un reto. No era excepción con la apocalíptica melodía que acompañaba la tercera escena de Super Contra 3: Aquel cielo gris con tintes cafés me hacía reflexionar en un futuro que, acaso lejano, no dejaba de ser inminente. Que tal vez no sería patrocinado por una invasión alienígena, pero que el problema de la contaminación y el constante bombardeo de imágenes en televisión del gris del cielo capitalino no contrastaba en lo absoluto con el recuerdo en mi mente del imponente verde en las praderas de las afueras de Dublin. Mi mente se transportaba a uno de esos misteriosos clubes de billar de la ciudad cuando jugaba un 8 ó 9 bolas, y acaso también un simple pool con Championship Pool.        La noticia mundial que había visto en Televisa respecto a la muerte de Superman, eventualmente se trasladó a mi televisor y mi consola. Ver volar a Superman para poder derrotar a los enemigos era genial. Me hacía sentir el "hombre de acero". Eso por no decir que mi imaginación me hacía pensar que tenía una arcadia en mi propia habitación cuando jugaba Street Fighter II, Fatal Fury, Art of Fighting o Killer Instinct. Y si bien habían transcurrido algunos años, finalmente la espera había llegado a su fin y pude ver mi nombre en la lista de jugadores que habían aportado algún secreto a Club Nintendo. Mi mundo había sido creado y sólo era cuestión de tiempo para que viniera lo mejor. Lo que concebía ya como una era solidificada, se trataba de sólo su consolidación. El preámbulo.        Desde que tenía el Nintendo ya soñaba con el Game Boy. Y entonces, mi diversión sólo era leer los análisis y cursos nintensivos de algunos títulos como Contra y Castlevania que llamaban mi atención por encima de todos. El paso del tiempo matizaba el lanzamiento de juegos que constituían un avance tecnológico. Por ejemplo, el desarrollo en Japón

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