raulexilu

Sicarios.

Una vez más, les entrego un cuentecito de mi inspiración. Espero que les guste, y como ya es costumbre, acá esperamos sus comentarios y aclaraciones. Cuídense, y tengan un buen inicio de fin de semana! SICARIOS. -Insisto en que es una guarrada. Joaquín no ha dejado de mascar el mismo tema desde hace semanas. Incluso en un momento de tensión como en el que estamos involucrados justo ahora, revive su más reciente obsesión. No me queda sino continuar la polémica. -Por supuesto que no. Es poesía. -Será. Pero sigue siendo una ordinarez. -No lo es, si lo dices de manera hermosa y la gente no se da cuenta. -Discrepo. Para mí, lo que cuenta es la acción que describe. Y es muy grotesco, escucha: Joaquín vuelve a poner la cinta, para demostrar su punto una vez más: “…que no hay mal que no cure, pero tampoco bien que le dure cien años. Eso casi lo salva, lo malo son las noches que mojan mi mano…” -Lo veas por donde lo veas, el tipo está diciendo que se la jala pensando en su ex… -Pero lo dice de manera hermosa… -Chinga tu madre… =mas= Zanjamos momentáneamente la cuestión y guardamos silencio. De repente me pongo a pensar cómo fue que llegamos hasta esto, cómo fue que Joaquín y yo estamos encerrados juntos en este auto, muriéndonos de frío, para llevar a cabo la tarea que un sujeto con pocos cojones, pero suficiente dinero, nos encargó hacer. Ahora que, puestos a comparar, nosotros tampoco podemos presumir de moralidad, pues cobramos por resolverle la vida a alguien que en el fondo, nos importa un carajo. Luego, la decencia entre cliente y mercenarios queda tablas en este asunto. Joaquín y yo nos conocimos en la secundaria, y desde un inicio nos llevamos bien. Éramos desde aquellos tiempos un par de desvergonzados con más interés en el alcohol, las peleas y las mujeres, que en el teorema de Pitágoras, la Segunda Guerra Mundial, o la chingada vida de la Jodida Sor Juana Inés. En una palabra: éramos unos gandallas. Pero nos gustaba la poesía, incluida la Jodida Sor Juana Inés. -¿Y si no llega…? –pregunté un tanto alarmado a Joaquín, que ya se llevaba un cigarro a la boca con su usual parsimonia. -Tiene qué. Según el jefe, aquí vive… -Pues sí. Pero pudo haberle pasado algo camino a casa. -Pues si le pasó, mejor para nosotros. Así ya no tendremos que hacerlo. Y de todas formas, ya cobramos. -Sólo fue un adelanto… Joaquín se encogió de hombros y dio una profunda chupada a su cigarro recién encendido. Una vez más, nos quedamos en silencio, acechando. Nos gustaba la poesía, pero eso no nos quitaba lo hijos de puta. Mucho menos lo pendejos. Recuerdo que Joaquín gustaba de decirle cualquier ordinarez a las novias de los fulanos más grandes de la escuela, por “garras” que estuvieran. Ignoro que carajos pretendía demostrar, del mismo modo que ignoro qué diablos esperaba yo ganar, metiendo mis narices en sus asuntos. No era por lealtad: Joaquín no se hubiera tomado como algo personal que no sacara la cara por él, en esos casos en los que un fulano que le triplicaba el peso, se lo agarraba a chingadazos. Quizá simplemente le gustaba que lo golpearan mientras recitaba versos de León Felipe, Neruda, Sabines o Benedetti, mientras lo cosían a golpes; pero lo peor del asunto era que yo mismo le había agarrado gusto a hacer semejante numerito. ¡Paf! Sonaba el golpe. “Me gustas cuando callas, porque estás como ausente…”, decía Joaquín, esgrimiendo una sonrisa deforme; ¡Sap! Un nuevo madrazo, esta vez en mi nariz, y yo respondía: “No es que muera de amor, muero de ti…” Consternados, nuestros rivales continuaban la madriza, con la esperanza de que cerráramos el hocico, pero por más que golpeaban, no nos callábamos, hasta que de plano, quedábamos inconscientes. Pero, lo verdaderamente divertido era al día siguiente, cuando llegábamos a la escuela con las huellas de una madriza de antología, pero indiferentes. Por lo regular, pasábamos cerca del güey que nos había dejado así; y por lo general, la reacción era una extraña combinación de nerviosismo y odio. Y no los culpo: ¿Qué podría uno pensar de un fulano que declama mientras se lo están madreando, y al día siguiente se

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