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Qué será? Qué debo hacer?

=mas=   Contaré mi año 2009 para que POR FAVOR el que me pueda ayudar a entender un comportamiento de una persona que quise mucho... lo haga! De verdad que se les agradecerá, no tienen idea de la ayuda que necesito. No quiero perder a esa persona. Cuando supe que no era posible que siguiera en Campoalegre (el colegio en el cual había estudiado toda mi vida) me deprimí mucho. Me costó asimilar la idea de que en el último año, en la recta final, y justo cuando ya tenía una conexión bastante fuerte con cada una de mis compañeras de clase… no podría realizar lo que tantas veces soñé. Me costó, lloré como no tienen idea, me encerré en mi cuarto, no quería salir. Pensar que el último año de colegio lo iba a pasar con personas que no eran parte de mi promoción fue bastante shockeante. Pensar que el último primer día de clases, con el olor a plástico, el borrador, que los lapiceros hasta pintaban bonito y que siempre había más de alguna que decía: “Este año sí me pongo las pilas”. Era empezar de nuevo, los abrazaos típicos de una bienvenida porque luego de tres largos meses nos habíamos extrañado no existirían, que una se cortó el pelo, y la otra venía bronceada, que los zapatos nuevos eran lo máximo. Empezar los cuadernos que había forrado con tanto esmero, y hacer las nuevas carátulas. Nada de eso iba a hacer con ellas, con mis amigas de toda la vida. Mi último primer día de clases NUNCA lo olvidaré. Llegué al colegio sin uniforme, en bermudas, y resultó ser que en el nuevo colegio había frío. Llegué con el pelo liso y delineada, normalmente la primera impresión es la más importante. Lo único bueno era que tenía a mi hermanita conmigo, ella también se vio en la necesidad de cambiar de colegio. Estábamos en una esquina cerca de las canchas y la cafetería. Y por arte de magia, de la nada, vi a un niño a lo lejos. Llevaba barba, camisa verde, jeans y estaba jugando con una pelota de fútbol americano. Desde que lo vi me encantó y le dije a mi hermana: “¿Será que es profesor? Y si no es… ojalá esté en mi clase”. El niño me había encantado. El director del colegio mandó a formar a todos los alumnos. Y recordó algunas normas y entre ellas iba el uniforme (pocos alumnos llevaban el uniforme del colegio) y el pelo largo, al igual que la barba y dijo: “Aquí tengo a Alejandro con barba”. Con eso supe que el niño no era profesor, efectivamente. Luego, la maestra encargada nos acompañó a la clase y cuando entré vi que él EFECTIVAMENTE ESTABA en mi clase. Morí, se los juro que morí.  Recuerdo muy bien que su apellido era rarísimo y lo tenía escrito en todos sus cuadernos y libros. También recuerdo que se sentó hasta adelante, yo estaba hasta atrás. Y él a veces me volteaba a ver, veía que yo lo veía y se volteaba adelante otra vez; siempre lo hacía, él para mí era súper interesante y moría de ganas de romper el hielo y hablarle. Un día escuché que le gustaba Ricardo Arjona y como a mi me gusta también tuve algo de qué hablar. Así que el 19 de enero le dije que ese día era el cumpleaños de Ricardo Arjona, lamentablemente no pude hablar más porque la maestra de inglés nos mandó a sentar. Dos días después más o menos, lo vi haciendo trucos de magia y era realmente bueno. Desde ese día yo aprovechaba cualquier oportunidad para hablarle. Un día de repente llegó con un cuaderno y me pidió mi correo para agregarme a Messenger. Ya sabrán la cara que puse de felicidad, aunque no me agregó ese mismo día. Varios días después nos tocaba artes plásticas y no recuerdo bien cómo pero me tocó a la par de él. Así que nos pusimos a hablar de música y de repente… hasta me ofreció un audífono para que escuchara música con él. Al principio él escogía la música, pero al ver que me sabía la mayoría de canciones me dejó seguir escogiendo yo. En la noche yo estaba conectada a Messenger y él me agregó y me puso: “Buena plática tuvimos hoy”. Ja! No sabrán lo feliz que me puse… no sé porqué pero él me llamaba demasiado la atención. No era un tipo que se abriera mucho con las personas, le gustaba molestar pero nunca daba su opinión. Conforme fue pasando el tiempo nos hicimos más amigos, y de repente hasta empezó a contarme cosas muy personales. Un mes después de haber entrado al colegio él y yo ya éramos buenos amigos. Tenía mi teléfono y me llamaba, sin mentirles, dos veces al día. Yo estaba para él incondicionalmente y creí que él también lo estaba para mí. El 8 de marzo comenzamos a hablar y me dijo que yo era

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