escarabaja

De la moda lo que no nos acomoda

Desde hace veinte años mis vecinos se visten muy a la moda: el padre usa pantalones de colores estrambóticos, lentes amplios ahumados, camisas rosadas, zapatitos elegantes; los hijos usan pantalones de mezclilla apretados, tenis blancos, cabellos glamorosos esponjadísimos, camisetas holgadas. Hace diez años la gente los catalogó de anticuados. Ellos dejaron de hablar con los demás, se aislaron porque, tal vez, se sintieron incomprendidos y solos en este mundo traidor. Hoy serían los ídolos de millares de personas que buscan los 80’s. Es gracioso cómo vamos cambiando nuestra moda. Me da risa que exista la moda en el más amplio sentido: abarca todo lo humano, desde la ciencia, la religión, el arte, el fútbol hasta Dios. Para hablar de la moda me parece esencial considerar dos aspectos del hombre. El primero es que actuamos por contradicción, lo cual es entendible si creemos en la dualidad de la naturaleza humana. Pongamos un ejemplo: hace un par de siglos la gente se guiaba a través de patrones históricos clasificados como “clásicos”; griegos y latinos eran ejemplo a seguir. Pero de un tiempo para acá, aproximadamente desde el comienzo de las guerras mundiales, repudiamos la historia, nos sacudimos el pasado y orgullosos, rompimos lazos con todas las estructuras viejas (o al menos es lo que intentamos). La violencia conmovió tanto al mundo que el concepto de hombre se puso en duda y sentimos el deber de comenzar de cero. ¿Éramos aquellos que se aniquilaban los unos a los otros masivamente? ¿La guerra fue homicidio o suicidio? Suena razonable replantear todos los conceptos existentes; aunque es utópico negar el pasado, romper por completo estructuras históricas que, como dice mi amá, “por algo siguen ahí”. El

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