forever

El Seminarista de los Ojos Negros.

En mi época de la preparatoria, los concursos de declamación siempre eran bien recibidos (no por todos, claro), se desempolvaban los libros de poesía, se rebuscaba en la estantería alguno que recordaban que hacía meses (o años) habían dejado olvidado por ahí tras dormir con dicho libro en el regazo mientras leían (y trataban de aprender) algún poema con el cual buscaban impresionar a la persona dueña de los pensamientos de el/ella. =mas= Me viene a la mente (y a Google) “El Seminarista de los Ojos Negros” de Miguel Ramos Carrión, favorito de una compañera de salón, y que se lo sabía con puntos y comas, sin agregar o quitar nada en absoluto, aunque no le ayudaba mucho su entonación de voz, siempre terminaba excelente.   EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS   Desde la ventana de un casucho viejo, abierto en verano, cerrado en el invierno por vidrios verdosos y plomos espesos, una salmantina de rubio cabello y ojos que parecen pedazos de cielo, mientras la costura mezcla con el rezo, ve todas las tardes pasar en silencio los seminaristas que van de paseo. Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo, marchan en dos filas pausados y austeros, sin más nota alegre sobre el traje negro que la beca roja que ciñe su cuello y que por la espalda casi roza el suelo. Un seminarista, entre todos ellos, marcha siempre erguido, con aire

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Escuchando: Clay Walker - I Hate Nights Like This

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