Corría el año dosmil, y había una señorita de escasos 17 años, acababa de llegar de Tijuana donde había vivido una temporada por su cuenta, pero eso es parte de otro relato.=mas=Pasaron en realidad pocos días después de haber pisado otra vez el piso lleno manchas de chicle de la gran ciudad. Decidió regresar al oír la voz de su hermano, le hacía mucha falta, él le contaba de cómo ya tenía computadora y de las series nuevas que pasaban por televisión, como si hubiera pasado más de un año de no verlo o de no hablar con él, pero a la vez hablaba con ella como si nunca se hubieran separado. Esta vez, que no era la primera, había sido la de mayor distancia, las más fortuita e inesperada para todos, en especial para la madre de ambos.Un día en lo que ella buscaba su centro de nuevo, en medio de cajas abiertas, maletas con ropa nueva, muchas minifaldas y una peluca roja, le llamaron unos amigos de una época

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