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Morir es un placer

Pasados cuarenta años desde que un estudiante de medicina, llamado Raymond Moody jr, reveló el resultado de sus entrevistas con quienes declaraban sus experiencias cercanas a la muerte, se conoce, prácticamente en todo el mundo, lo que sucede -o puede suceder- cuando una persona clínicamente muerta -según la terminología médica- asciende a una nueva dimensión. =mas= Tal vez los aspectos más significativos de esta teoría no sean el vuelo del espíritu al techo del dormitorio, el recorrido por un túnel a velocidad vertiginosa, el encuentro con un "ser de luz" y la visión acelerada de su vida, sino la sublime esperanza de su Inmediata trascendencia a un plano superior, así como el hecho de que el paso a la muerte sea placentero en un grado excelso. Esto debería invalidar, por carencia de justificación, el miedo a ese instante en el que el alma -llamémosla así- abandona el cuerpo y se dispone a habitar regiones más acogedoras. Para Collin Wilson, autor de Destellos de una realidad más amplia, esa traslación se realiza acompañada por "una experiencia de gran alegría". En su obra Conclusiones de la moderna investigación de la conciencia, Charles T.Tert acepta como inapelable la confidencia de Stafford según la cual, al traspasar el último lindero, "se hallaba en un éxtasis de bienaventuranza que jamás había experimentado anteriormente". Stephen Levine confiesa en ¿Qué es lo que sobrevive?, que "ese momento es indescriptible: el nacimiento y la muerte se desvanecen como burbujas en el agua, como pensamientos en la mente, dejándonos con una serena certeza de que sobrevivimos". Según Michael Grosso, "algunos investigadores han propuesto que la intensa alegría, profunda comprensión y amor pueden deberse a la presencia de endorfinas". Es posible

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Escuchando: Juanes - no siento penas

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