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CASSUS A UM

        cassus,a,um     Durante la noche, a la luz de una vela=mas=, que a escasos cuatro centímetros de su fin, me ofrecía generosa compañía y algo de iluminación, mis temblorosos dedos acariciaban el lomo de un poderoso y brillante tomo de cierta colección herencia de un buen hombre.     Tengo cerca de trescientos libros. A la mayoría de las personas parece asombrarles dicha cantidad. Debe ser que han olvidado, como lucen. Gallardos, elegantes, muy quietos y callados en fila, perfectamente acomodados. Nunca piden más tiempo del necesario, son excesivamente prudentes.     En la mesita al lado de mi cama, vive un enorme cenicero de cristal cortado, una pequeña tacita de té y algún trozo de pan negro. El simpático mantelito tejido a mano, obsequio de una gentil dama, apenas tapa la madera, y todavía no me hago a la idea de sustituir la lámpara de noche. Me gusta ver como  la luz traspasa, los diminutos cristales que cuelgan graciosamente.       Son las noches, las que entumen los huesos. Las que depositan el veneno en mi sangre. Ese silencio que se encarna en las orejas y no me deja mirar al techo. Una sola gota de lágrima que no puede salir, y el sonido de un nombre callado, como muerto, en la punta de mi lengua.     Yo no sé vivir para los demás. Necesito amar intensamente, obsesivamente, desesperadamente, gratuitamente.     Así que, hoy, no habiendo un número, una inicial, un color, una forma, un olor, me cuesta gran  esfuerzo contener en mi garganta, la soledad.                                                                                           °  

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