¡Increíble!.... "en lo que me viné a meter", cruzaría por la mente de Sven-Göran Ericksson en sueco, inglés, español y cuanto idioma habla el recien estrenado técnico del Tri, que no paraba de tomar nota desde un palco, en el estadio en el que la Selección fue masacrada totalmente por la representación argentina que apenas y se despeinó.   Así de increíble resultó el partido que más que amistoso pusó en su plena realidad a un Tri huérfano y, a la vez, hijo de muchos padres que dicen tener la solución mágica para convertirlos en campeones del mundo.   No pudo nadie, hasta hoy, con el paquete de una Selección en la que prevalecen más los intereses que la mentalidad de equipo y que quedaron totalmente al desnudo, cuando la llamada mejor generación de los últimos tiempos nos demostró que se necesita mucho más que algunos destellos individuales para ganar un partido, frente a cualquier equipo, y peor si se trata de la implacable Argentina, esa que conoce muy bien las debilidades, y se sabe ampliamente superior que el Tri, sin importar quien ocupe el banquillo del timonel.Para Jesús Ramírez la experiencia del Tri está resultando más amarga que placentera, y aún cuando se empeñaba en su ratificación, lo cierto es que su título mundial se devalua con este itinerato absurdo en el que le dejaron soñar, pero nunca le apoyaron realmente.   Y si el Tri tiene la capacidad de acabar con trayectorias del nivel de Hugo Sánchez, de César Luis Menotti, de Manuel Lapuente, Enrique Meza, de Javier Aguirre o, hace 30 años, de José Antonio Roca (qepd), que habían triunfado antes de ocupar el codiciado puesto, ¿por qué no iba a dejar mal parado a un

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