Tacones dorados
Era como las Diosas, de suaves cabellos y labios cincelados; se abría paso como un venado con gracia, entre los depredadores que la acechaban listos para devorarle. Era la causa de los pecados carnales, era la piel que deseamos las mujeres que llegamos al ocaso, bella, bella como las flores de primavera, con sus escasos veintitrés.=mas= Tenía los labios carmín y sus zapatos dorados, si, esos tacones dorados que la hacían sentirse como cleopatra o como la más bella de Egipto. Era la musa del poeta, del pintor, del carpintero. Sus ojos de chocolate amargo, delicadamente ahumados se perdían entre el tumulto; el movimientos de los transeúntes la aturdían, pero trataba de no ver y seguir, ensimismada. Quería ignorarlo todo para no tener que preocuparse por lucir bien. “Le hace falta un acompañante”, decían cuando pasaba sola y altiva…y ella para sus adentro reía y reía, porque ya en otras ocasiones había aceptado acompañantes en su desgraciada vida. A ella no es que no le gustara la compañía, el problema es que hasta su sombra la había abandonado cuando caía la oscuridad. Cada persona que había llegado a su vida se había encargado de mostrarle facetas de sí misma, que
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Escrito en Cosamaloapan de Carpio, Ver., México