Qüento donoso de un vigardo, y una dama y un lagarto.
Cancionero de Sebastián de Horozco núm. 347 En esta çibdad avía un vigardo maxmordón(1) que vna demanda traýa, y a vna dama servía a quien tenía afi çión. Mil cosas le presentava por poder aber su amor, mas ella le despreçiava y avnque las cosas tomava burlava del servidor. Esta dama se fue vn día a holgar a vn cigarral, y a la sazón que dormía vn lagarto que allí avía se le entró en el proxenal(2). Mas ella, quando sintió dentro en lo suyo el lagarto, del vigardo se acordó, y luego le pronunçió(3) por partero de aquel parto. Procuró de le emviar a llamar secretamente; y él aguija a más andar, y allá la fue a hallar sola, çerca de una fuente. La dama le reçibió con señales de amistad, y el vigardo se holgó por verse en lugar a do cumpliese su voluntad. Ella dixo: “Padre honrado, siempre os he tenido amor, pero nunca lo he mostrado ni dezíroslo he osado por mi vergüença y honor. Mas agora que me veo donde nayde nos verá, yo quiero, sin más rodeo, cumplir ya vuestro deseo, y el mío se cumplirá”. El vigardo no teniendo que desatar agujetas(4), perezoso nada siendo, mi fe, diziendo y haziendo, le arremanga las faldetas. Y en metiendo que metió el hurón en la huronera, el lagarto le trabó y los dientes traspilló(5), y él tiró y sacólo fuera. Ella, como se sintió libre de lo que tenía, con la maldiçión le echó, de muerte le amenazó si a persona lo dezía. Así que al enamorado caro le costó el plazer, viéndose tener colgado el lagarto traspillado sin saber qué se hazer. Mas cayendo o levantando enbolviéndole en las bragas, se vino luego aguijando, no se atreviendo ni osando dezir a nadie sus plagas. Y de vn horno compró vn grande pan muy
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