La semana pasada tuve oportunidad de ver (a medias) una película-documental sobre la historia del futbol, la cual fue transmitida en cierto canal de paga, aprovechando la efervescencia futbolera de este año mundialista. Y debo decir que la misma resultó sumamente interesante, no sólo para conocer un poco de la historia de este deporte, sino también para ilustrar la manera en la cual las leyes de la evolución permean prácticamente todos los aspectos de la vida, y cómo esta actúa sin que la percibamos, en nuestro quehacer cotidiano.=mas= El futbol comenzó cómo una actividad ritual, dedicada al primero de todos los Dioses: el Sol. Obviamente las reglas y el modo de juego poco tenían que ver con el juego (mejor dicho los juegos) que conocemos hoy en día: había una brutalidad despiadada, no se defendían colores ni banderas, y se trataba de agradar a la deidad por medio de la hazaña atlética. Poco después la milicia romana encontraría en el juego una excelente actividad de entrenamiento y –lo que son las cosas- de enajenamiento para los soldados, que debían de ser lo suficientemente brutos para no actuar por sí solos, sino simplemente a limitarse a seguir órdenes. Algunos siglos después, ese burdo juego de pelota tomó por primera vez un cariz de representatividad: las aldeas de los pueblos celtas solían retarse a jugar un encuentro, en el que todos los miembros de una comunidad se enfrentaban a otra, en un terreno a medio camino entre ambas. El “juego” consistía en llevar una primitiva pelota de cuero a la “meta” contraria (un árbol pintado con los colores de las respectivas aldeas) por cualquier medio. Por lo general, la aldea con más habitantes, ó la que mejor usaba la “estrategia”, ganaba este desordenado juego, y los juglares cantaban sus hazañas. La liga italiana toma uno de sus elementos (el “catenaccio”) de uno de los predecesores del futbol: al igual que el primitivo juego entre aldeas, la idea era llevar la pelota a la meta final; la diferencia es que el catenaccio es menos masivo, se juega en un terreno mucho menor, y se pueden anotar cuantas veces se quiera durante el juego. Actualmente, durante el carnaval, se juega un partido de catenaccio medieval, que suele tener un saldo importante de heridos, pues se vale de todo para llevar el balón a la meta rival. Dando ooooootro salto hacia adelante, nos encontramos en la Inglaterra del siglo XIX. En el colegio Rugby se juega una versión un poco más civilizada del catenaccio, luego de un rato de haber estado prohibido

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