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La Función Social del Zombie.

=mas=Desde principios del siglo pasado el muerto viviente ha jugado un rol importantísimo en el devenir histórico de la humanidad. Sin importar que su origen sea nuclear (La Invasión de los Zombis Atómicos, La Noche de los Muertos Vivientes) o causa de un virus (Exterminio, Rec), la figura del zombi ha sido un metafórico acicate a las pasiones más bajas del ser humano, y una alegoría del poder y sus devastadores efectos para quien no sepa utilizarlo o resistirse a él. Al mismo tiempo, el zombi es una paradoja, una suerte de versión torcida de uno de los más caros anhelos del hombre: la inmortalidad, la cual, en este caso, tiene un precio que no vale la pena pagar, pues esa suerte de no-muerte, no alcanza a ser tampoco una vida, sin mencionar el terrible conflicto que representa para los sobrevivientes enfrentarse a un ser querido atrapado en ese letargo caníbal y salvaje que es la condición de muerto viviente (basta ver las dos versiones de La Noche de los Muertos Vivientes, en las cuales el hermano de la protagonista se abalanza con vehemencia caníbal sobre su otrora ser querido, y esta es incapaz de terminar con su consanguíneo a pesar de su inhumana condición).=mas=El zombi también es una metáfora del oprimido como amenaza social latente sobre el opresor, y la brutalidad con la que este último es capaz de responder. Individualmente, el estereotipo del zombi es una masa de tejido torpemente animado, fácil de vencer si se le golpea del modo y en la posición correcta, e incapaz de algún razonamiento o actividad relativamente compleja (a excepción de La Invasión de los Zombis Atómicos, que sentó el precedente de un zombi rabioso y ágil, capaz no sólo de trepar bardas y saltar jardineras, sino incluso de empuñar armas y disparar contra sus víctimas, aunque incapaces de diseñar una estrategia de batalla, la cual es en el último de los casos, irrelevante, dada su superioridad numérica. Otros zombis más próximos a nuestros tiempos –Exterminio- son igualmente ágiles y rabiosos, pero incapaces de llevar a cabo acciones más complejas, como la mencionada en el caso de los Zombis Atómicos. En El Amanecer de los Muertos, en cambio, el zombi es torpe, pero por primera vez es capaz de aprender con base en sus experiencias previas, e incluso pueden diseñar ciertas estrategias, si bien su motivación responde a instintos más básicos). El opresor ve con recelo y odio al oprimido, pero no se responsabiliza de su participación en la creación de aquello a lo que teme. El peligro de un estallido masivo de rabia flota en el aire en todo momento, pero sólo se actúa cuando este es incontenible, como mera reacción. Y dicha reacción es siempre brutal: el oprimido es un enemigo formidable, porque su número es inmenso, y su capacidad de propagación es prácticamente infinita, pero carece de orden y estrategia, es impulsado más por instintos básicos e inmediatos que por ideología y visión a futuro. Así, el pánico inicial del opresor se convierte en

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Escuchando: Reguetonto (por aquello de la ambientación).

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