A los estudiantes les extiendo un improvisado monólogo. Nos visitan con cara deslumbrada. Ven mi cara de asombro. Perciben mi incomodidad con el uso de la palabra. Una bosteza, aquel voltea para todos lados, este me mira fijamente a los ojos. Para no abusar del protagonismo aplano la voz, le quito aristas y enfilo enunciados consecutivos con parsimonia y lenguaje técnico de mediano nivel. En ese momento en que estoy hablando frente a ellos, dejo mi voz con el piloto automático y veo pasar suavemente imágenes de mi época

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