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¿Un vino en lugar de una mujer?

No. Tal vez, no sea ésa la respuesta. Tampoco la pregunta. ¿Pues cómo podría sustituir la incomparable compañía de una mujer con un vino? Y es que no he querido sustituir una mujer por un vino, sino que un vino ha sustituido a la mujer por sí mismo. Cada trago, cada sorbo. Cada beso, cada caricia. ¿Qué hay de común entre ambas cosas? ¿O será que el sabor se ha vuelto tan efímero como el amor, en sí? Detrás de cada botella hay una historia. Dentro del hueco en la cava, hay una historia. Hay sabiduría.

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Me siento Melancólico.
Escuchando: Stratovarius - Back to madness

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